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El 1er encuentro del Sifu Li con el Si kung Duncan Leung (parte 2)

Extracto del libro Wing Chun Warrior, en que se narra el primer encuentro de Sifu Li Hon Ki con el Maestro Duncan Leung.    Traducción al español de Marco Bravo Rojas*


(Leer la primera parte)

(Duncan) Se levantó de si silla, caminó hacia el frente de su escritorio y me invitó a levantarme.  Me puse de pie y me dirigí hacia él.  Tan pronto como entrelazamos nuestro brazos, me di cuenta que me había vencido.
¡Su brazos se aferraban a los míos como dos serpientes entrelazadas!  ¡Halé y empujé, en vano, no sentí nada!  ¿Dónde estaba mi percepción sensitiva?  Duncan parecía estar en trance.  Cada vez que hacía fuerza para empujar y golpear, era vergonzosamente lanzado a un sofá que se encontraba detrás de mí.  Duncan no mostró ningún signo de triunfo, de hecho, se mostró completamente indiferente, excepto (que debe de haber sentido lástima) por mis alumnos en Brasil.

¿Acaso no fue suficiente haber sido arrojado tres veces para convencerme de que había encontrado a mi maestro?  No aún, era obstinado.  Aún me quedaban mis poderosas patadas y un arsenal de trucos.

“Duncan, su Chi Sau es fabuloso. Ahora sé lo que el Chi Sao realmente es.”
“Olvídalo, estoy seguro de que hay otros mucho mejor que yo.”
“Tengo entendido que el Wing Chun casi no tiene patadas.  ¿Podría detener una de mis patadas?”
“Tienes razón, el Wing Chun tiene pocas patadas.  Pero los pies no son para patear, son para quebrar.”
“¿A qué se refiere?”
“Unas de las técnicas más difíciles de dominar en Wing Chun son las patadas.  Sus patadas son tan poderosas que rompen piernas.”
“No le creo.  Pruébeme.”  Debía haberme dado cuenta que me estaba metiendo en serios problemas, pero le tenía que mostrar el valor de mis piernas.
“Te digo que si me pateas, voy a romper tu pierna”
“Ni hablar!”
Estaba en mi área.  Mis canillas eran mi elemento, con ellas podía romper bates de béisbol.

Me puse en posición de combate, mientras Duncan estaba muy calmado con las manos detrás suyo (tal como cuando presenció hacerlo a su Sifu en Hong Kong el año 1955 cuando enfrentaba a un oponente – Vea capitulo 12).  ¡En el momento que levanté mi poderosa pierna izquierda en dirección hacia él, su pie derecho ya se encontraba en la parte interna de mi rodilla izquierda!  Solo la interceptó y perdí el balance.  Sabía que fácilmente me podría haber roto la rodilla.

“Quiero que sea mi Sifu, acépteme por favor.”
Le supliqué humildemente.
“De ninguna manera.  No puedo aceptarte.”
Sabía que por haber sido tan arrogante, había endurecido su postura en contra mía. Comencé a implorarle, pero su respuesta se mantuvo negativa.
“De todas maneras, vives muy lejos.”

Ni si quiera mi hermano lo pudo hacer cambiar de parecer.  Así que dejamos Virginia Beach y nos fuimos a New York.  Me sentía muy apenado por haber gastado todos esos años de duro entrenamiento en Wing Chun, para nada.  ¿Qué había aprendido?  Duncan debía haberme roto la rodilla para hacerme caer y suplicar del dolor.  Quizás así me habría aceptado, por lástima.

Reflexioné sobra la última línea de la respuesta que me dio Duncan: “Vives muy lejos”, y me pregunté si esa era mi salvación.  Esa era! Iba a vivir tan cerca de él, que no tendría excusa para rechazarme.
Con determinación, fui a ver al primer discípulo de Duncan, Ma Man Nam, para pedirle un consejo.  Él me contó acerca de la Ceremonia de Reverencia al Sifu (o Pai Si) y me dijo como prepararme.  Así que con la venia de mi hermano Albert, dejé mi clínica de medicina tradicional y partí a Virginia Beach.

Dos meses después de nuestro encuentro, Duncan abrió la puerta de su casa para encontrarme frente a él, sosteniendo dos maletas.  En shock, se dio cuenta de mi determinación y acepto mi solicitud.  Finalmente, luego de años de búsqueda, había encontrado a mi maestro.
La Ceremonia de Reverencia al Sifu era una ceremonia tradicional, para la cual había sido preparado por Ma Man Nam. Llevé varas de incienso, vino de arroz, tacitas de porcelana, una urna de peltre, el bi shi tie y el sobre rojo.  Después de ponerme de rodilla tres veces y hacer las nueve reverencias, me había convertido en un discípulo de la octava generación y Duncan se convirtió en mi Sifu.

La primera vez que fui a su escuela, vi a sus alumnos y discípulos combatiendo entre sí, lo que me dio muchas ansias de participar.  Pero Sifu me dijo que no podría ganarle a ninguno de ellos.  Sin embargo, para satisfacer mi curiosidad, le pidió a un niño de 15 años que combatiera conmigo.  Sifu estaba en lo correcto: no pude resistir su ataque porque no sabía cómo cubrir.  ¡Peor aún, quedé desmoralizado cuando Sifu me dijo que ese niño solo llevaba nueve meses entrenando con él!  Pero me animé cuando me dijo que después de un año de entrenamiento intensivo, podría ser mejor de lo que ellos eran, porque tenía bases solidas.

Durante los próximos dos años entrené y trabajé bajo la guía de Sifu.  El entrenamiento realmente intensivo.  Todo lo que aprendí de él era completamente diferente al Wing Chun que había aprendido antes.  Estaba aprendiendo Applied Wing Chun.

Para fines de 1994, volvía Brasil, y por primera vez en mi vida, me sentía como un verdadero hombre.  Sifu no solamente me enseñó defensa personal, gracias a él desarrolle autoconfianza y autoestima. De hecho, el credo de la escuela de Wing Chun de Duncan Leung es: Confianza, Defensa y Estima.
No es de extrañar, que de la misma forma que mi Sifu había sido, yo también fui ridiculizado por otros profesores con el argumento de que lo que estaba enseñando no era Wing Chun.  Pero pude perdonar su ignorancia porque alguna vez había estado entre ellos, hasta que el destino me mostró mis errores.

La revista KIAI de Kung Fu, que era la publicación de artes marciales más popular de la época, me pidió una entrevista que cambiaría mi vida.  Los temas a tratar incluían Kung Fu, medicina tradicional China (que incluye el arte del diagnóstico, acupuntura y medicina herbal), y filosofía oriental.  Durante la entrevista, aproveché la oportunidad de dejar un desafío abierto para artistas marciales y practicantes de Kung Fu y particularmente a aquellos escépticos practicantes de Wing Chun.
La entrevista captó la atención de los administradores de la UNEB, Universidad Estatal de Bahía, Brasil, quienes me invitaron a enseñar Applied Wing Chun en su institución.  Después trabajaría en investigaciones en el área de medicina herbal.  Para el año 1996 fui invitado a dictar la cátedra de Medicina Tradicional China y Estudios Orientales.  Desde entonces he impartido clases de acupuntura, medicinal herbal, masaje, Qi Gong (氣功) y estudios orientales en la UNEB de Bahía y en la sedes de Sao Paulo y de Rio de Janeiro.

Mis alumnos fueron campeones en torneo mundial de Wushu en Zhengzhou (鄭州), Provincia de Henan (河南省), China, y en el torneo mundial de Goushu en Taipei, el año 1998.  Actualmente, sirvo de Consejero e Instructor Jefe de la Federación de Kung Fu de Brasil, y soy Director e Instructor Jefe de Comité Olímpico de Wushu de Chile.

Aún continúo visitando a mi Sifu cada vez que puedo, usualmente durante el verano.  Ahora me doy cuenta de lo mucho que me queda por aprender de él, por lo que desearía tener más tiempo para entrenar con él.  Como una muestra de aprecio hacia mi Sifu es que enseño Applied Wing Chun.  Y si tuviera que usar solo una palabra para describir su Wing Chun, esta sería: inconmensurable.
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El profesor Li, sin vergüenza de admitir la verdad de haber perdido décadas aprendiendo, practicando y luciendo un conocimiento en artes marciales que no servía a la hora de la aplicación práctica, ahora, libremente confiesa que era “una rana en el pozo admirando su propio croar”.  Además, se siente afortunado de haber finalmente encontrado a un verdadero maestro, que en su opinión, es un genio indiscutible del Applied Wing Chun.

Él espera que su historia sirva de moraleja para otras ranas.  Se siente afortunado de solo haber perdido 28 años de su vida, siendo que hay otros que sin saberlo han gastado una vida entera entrenando y enseñando algo que no sirve en la práctica.  Li esperó que algún día puedan darse cuenta, como él lo hizo de que “el cielo es mucho más grande que la boca del pozo, y que solo ellos pueden escuchar su propio croar”.


*Nota del Traductor:
Esta traducción ha sido hecha con fines netamente educativos e informativos. Con ésta no se pretende lucrar de ninguna forma, ni hacer ningún tipo de actividad comercial. Se reconocen los derechos de autoría de la versión original del texto en Inglés al Sr. Ken Ing M.D.

(Texto extraido de Applied Wing Chun Chile.)

El 1er encuentro del Sifu Li con el Si kung Duncan Leung

Extracto del libro Wing Chun Warrior, en que se narra el primer encuentro de Sifu Li Hon Ki con el Maestro Duncan Leung.    Traducción al español de Marco Bravo Rojas*


EL PROFESOR HUMILLADO

Virginia Beach - 1993

Rana en el pozo  - 井底之蛙   (jing di zhi wa)


Zhuangzi (莊子, 350-286 A.C.)


Zhuangzi fue un filósofo taoísta del período de Los Reinos Combatientes (475-221 A.C.), que usó fabulas, a menudo humorísticas, para transmitir una moraleja.  Él fue el principal descendiente espiritual de Laozi (老子), fundador del Taoísmo.  
La Rana en el Poso es su fabula más conocida, que nos previene de imponer nuestras limitadas perspectivas a nuestra vida.  “¿Estas consciente de las limitaciones impuestas por tu propia ignorancia?”  Zhuangzi pareciera preguntar.

Preste atención a como el Profesor Li Hon Ki narra, con sus propias palabras, su encuentro con Duncan Leung:



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He sido un fanático de las artes marciales desde que era un adolescente, y he practicado varios sistemas, incluyendo diferentes estilos de kung Fu.
Cuando tenía 13 años, en 1965, comencé a practicar Zhou Jia (Jou-ga/ 周家) y Hong Quan (Hung Kuen/ 洪拳).

Ya en el año 1968, Bruce Lee había hecho del Wing Chun un arte mundialmente famoso, y como mucho de mis contemporáneos, me uní con entusiasmo.  Pasé los próximos tres años aprendiendo Wing Chun con un instructor de la Séptima Generación.  Entrené duro y alcancé el nivel para manipular el muñeco de madera, las cuchillas dobles y el palo pargo.  Pero de alguna manera, sentía que algo faltaba.  Entre 1971 y 1973 entrené Wing Chun con otros tres instructores, también de la Séptima Generación, para asegurarme de aprender todo lo que se pudiera.
Durante ese periodo también entrené Tae Kwon Do, Tai Ji Quan (太極拳) y Karate.  En resumen, era versátil.

En 1973 gané el Hong Kong Open Championships de Tae Kwon Do; y en 1977, fui subcampeón del torneo de la Asociación de Kung Fu de Hong Kong.  Lo que me dio confianza en mis habilidades y orgullo de mi mismo.

En 1979 me fui a Brasil a enseñar Kung Fu.  Hacía clases de Hong Quan, Tai Ji Quan y Wing Chun.  No fue para nada difícil establecerme como profesor, además de que pude continuar con mi entrenamiento.

Lo que más problemas me daba era luchar en contra de patadas.  Sin un entrenamiento especial para fortalecer mis piernas, no me podría mantener en pie si un luchador Thai hiciera caer una de sus patadas en cualquier parte de una de mis piernas.  Entonces sentí la necesidad de aprender Thai, ya que el Wing Chun casi no tenía patadas o el entrenamiento para fortalecer las extremidades inferiores.  Más tarde me daría cuenta de lo equivocado que estaba.

Como el Karate de Oyama era muy popular en Brasil, sus practicantes, al igual que practicantes de otros sistemas y estilos de Kung Fu, tuvieron que aprender la forma de patear del Muay Thai.  Por mi parte, aprendí de un practicante del Karate de Oyama, quien vino a mi estudio a aprender Wing Chun.
Entrené durante los próximos 5 años hasta que pude romper una madera de 2×4 con mis canillas.  Podía soportar cualquier patada de cualquier estilo de pelea con mis piernas, lo que me hizo estar muy orgulloso y pensar que solo unos pocos practicantes de Wing Chun lo podrían hacer.


En 1993, una crisis financiera me obligó a dejar Sao Paulo e ir a New York y, durante los próximos dos años atendí pacientes en una clínica de Medicina Tradicional China, negocio muy próspero.

Ese año, me invitaron a participar de una demostración en la Copa Mundial de Kung Fu en la ciudad de San Francisco.  ¿Qué podría ser más gratificante para mi ego que presentar la potencia de mis patadas ante el mundo?  Ahí, ante una inmensa audiencia y la cobertura televisiva, quebré un bate de béisbol afirmado de forma perpendicular al piso por uno de mis asistentes, usando mi canilla izquierda. Nada malo para demostraciones de pateo.

Sin embargo, había una sola persona que no estaba impresionada de mi habilidad ni por mi Kung Fu – Mi hermano mayor Albert.  Durante años me había estado hablando de un amigo suyo, de la ciudad de Virginia, llamado Duncan Leung y de lo magistral que era su técnica.
Seriamente, ya estaba aburrido de escuchar acerca de éste tipo.  ¿Qué pasa si él es de la Séptima Generación de Wing Chun?  ¿Qué más podría aprender si ya había aprendido todo de cuatro expertos de la Séptima Generación?  Finalmente, desgastado por la persistencia de mi hermano, viajé con él hacia Virginia Beach, una ciudad resort en el borde costero de Virginia.


Fuimos invitados como huéspedes a la casa de Duncan Leung.
Al día siguiente de nuestra llegada, no fuimos a su estudio de Kung Fu, el cual era mi objetivo, sino que fuimos a su oficina, donde tuve que esperar desde las 9:00 de la mañana hasta la 5:30 de la tarde.  Cada vez que mencionaba al Wing Chun, él cambiaba el tema.  Después de haber viajado desde New York interesado por las artes marciales, estaba muy molesto, ya que él ni siquiera habló del tema.



Duncan se dio cuenta de mi frustración y preguntó “¿Qué quieres?”
“Mi hermano me dijo que Ud. es un experto en Wing Chun, y quiero ver que es lo que sabe,” a lo que Duncan no se mostró interesado.
“¿Qué has aprendido?”
“He aprendido todo: muñeco de madera, cuchillas dobles y palo largo.”
“Como lo has aprendido todo, no tengo que nada más enseñarte.”
“¿Por qué no hacemos Chi Sau?” Lo desafié.

(Continua a la segunda parte....)

Articulo extraido de Applied Wing Chun Chile.